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La sierra de Bèrnia se extiende perpendicular a la costa entre Callosa d'En Sarrià y la Punta de Toix. Su parte superior es una afilada cresta caliza que culmina a los 1.129 m. Al sur de la cumbre se encuentran los restos del Fort de Bèrnia mandado construir por Felipe II para controlar posibles rebeliones de los moriscos que poblaban estas montañas y las cubrieron de bancales y muros de piedra.
Es una sierra alargada y con un perfil aserrado, agreste en sus laderas y barrancos, elegante e imponente en su conjunto; es uno de esos lugares donde puedes volver la mirada y encontrarte con una naturaleza grandiosa, tal como la entendían los pensadores románticos.
Su inconfundible silueta, se hunde en las aguas azul ultramar de las simas de Toix. Su presencia invita a asistir al dialogo cruzado que se da en estas tierras de la Marina entre sus grandes montañas, entre Bernia y Aitana, entre el Puig Campana y el Penyal Gran, entre la Serra Gelada y el Peñón de Ifach, teniendo siempre presente la línea del horizonte como un nivel tranquilo que nos muestra el equilibrio frente a la desmesura de las montañas.
En ese diálogo lo humano no entra en liza, no hay medida posible, solo podemos ser capricho de la Naturaleza, próximos a lo que podrían experimentar frente a sus dioses aquellos griegos que avistaron esta bahía hace 2.500 años.
Su historia es, si cabe, más espectacular que su aspecto. En el año 1562, por orden de Felipe II, se construyó en la vertiente sur de la sierra el llamado Fuerte de Bernia. La finalidad de la edificación era, por un lado, prevenir las revueltas de los moriscosy, por otro, defender la costa de los frecuentes ataques de los piratas berberiscos.
Durante la rebelión mora de 1609, los sublevados se apoderaron del fuerte, atrincherándose en él un año, hasta que agotados y desmoralizados, prefirieron morir despeñándose en los precipicios de la sierra antes que rendirse y ser expulsados.
A partir de 1612 se inició su desmantelamiento, pues su aprovisionamiento era complicado por su remota ubicación, y los moriscos españoles habían sido ya expulsados. Actualmente se pueden observar numerosos restos del fuerte: lienzos de murallas, construcciones abovedadas, fosos y torreones del fuerte.
La presencia de la gran Sierra domina la vida cotidiana: puedes mirar la hora en las sombras del Forat, adivinar el tiempo por la configuración de las nubes sobre su pico (los tonos de azules, grises y malvas indican la lluvia caída o el calor que hace)... La imaginación acrecenta el misterio de la Sierra.
Allí se encuentra la Font del Runar (su hornacina posterior y el tesoro de los moros que todos saben inexistente), El Pinar de Calçes y El Fort (fortificacio renacentista de los Austrias que mandó construir Felipe II).
Unas piezas cultas, bellas, en contraposición con la naturaleza. ¡Que diferencia con las construcciones que hoy contaminan ese paisaje!
No tuvimos suerte con quienes debía defender nuestra tierra y nuestra memoria.
Quizás la nostalgia conduce la mirada hacia Bernia, nos hace pensar en ella, observar sus formas para quedar siempre prendado de la Sierra, por su dimensión, su cromatismo, por su perfil.
Siempre inquietos por ese destino trágico que tiene nuestra tierra y que observamos en sus actuales costas, en las ya casi inexistentes huertas,en algunas ciudades hermosas casi devastadas; un destino que en ocasiones nos hace pensar que solo una catarsis imposible salvará al territorio en el extremo.
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