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¿No habéis oído alguna vez que a algún paracaidista no se le ha abierto el paracaídas pero se ha salvado?
Según la segunda ley de Newton: la fuerza se obtiene de la masa del objeto multiplicada por su aceleración (F=m*a) Por lo tanto, si sólo tenemos en cuenta la gravedad, la velocidad de un paracaidista aumentaría hasta llegar a velocidades supersónicas.
Sin embargo, ésto no ocurre.
¿Por qué?
En la Tierra tenemos aire que, aunque no lo parezca, ejerce una fuerza de resistencia en todos los objetos. A mayor velocidad mayor fuerza de resistencia. Llega un punto en que esta fuerza del aire se iguala a la de la gravedad y en ese momento en que estamos en equilibrio de fuerzas descendemos a velocidad constante.
A esa velocidad se le llama velocidad límite.
Si os cuesta imaginarlo en el aire, imaginad en el agua: un objeto en el agua bajará debido a la gravedad pero su velocidad no aumenta debido al rozamiento con el agua. Es el mismo razonamiento pero en vez de agua, el aire. En la playa lo vemos mejor porque el rozamiento es mayor. Por eso al pobre paracaidista le da igual saltar de 1.000 o 23.000 metros, ya que mucho antes de llegar al suelo habrá alcanzado su velocidad límite.
Esto es aplicable a las velocidades con que nos llegan las gotas de lluvia, o el granizo:
1) Lluvia 20 km/h.
3) Hombre sin paracaídas: 200 km/h
Estas diferencias se deben al volúmen de los objetos, forma y superficie.
La parte curiosa de esta historia está relacionada con los gatos. Hubo una época en Europa en que se perseguía a los gatos y se les arrojaba desde lugares altos como las torres de las Iglesias. Pero como el gato caía de patas y se marchaba, decían que era el diablo quien le ayudaba a sobrevivir.
De ahí viene la idea de las siete vidas del gato.
La explicación la dio un fisiólogo francés, Étienne Jules Marey (1830-1904): usó su cámara fotográfica para comprobar el descenso de unos gatos al saltar. Aparte de dar la vuelta para caer de patas, el gato adoptaba una postura defensiva solo cuando notaba la aceleración de la caída. Cuando el felino notaba que su cuerpo alcanzaba la velocidad límite y su cuerpo no mostraba aceleración, relajaba su postura extendiendo sus miembros horizontalmente ofreciendo así mayor superficie frente al aire.
Este aumento de superficie traía consigo una mayor resistencia de frenado y consiguiendo una nueva velocidad límite más pequeña. Después de una caída desde cinco pisos de altura, los gatos tienen una velocidad límite de unos 96 km/h, mientras que en el ser humano es de unos 200.
El gato tarda entre 6 y 8 pisos en enterarse de lo que pasa y es allí cuando adopta su posición de mayor resistencia al aire disminuyendo la velocidad límite. Las estadísticas de la ciudad de Nueva York de los casos de gatos atendidos por caídas es impresionante: el 90% sobrevivieron; murió el 5% de los que cayeron desde una distancia superior a seis pisos y un 10% de los que cayeron desde una inferior a seis pisos.
El récord mundial lo tiene una hembra llamada Sabrina, que cayó desde una altura de 31 pisos: lo único que le ocurrió fue que se quebró un diente y tuvo ligeros problemas en el pecho.
Ell diablo (como en otras ocasiones en la vida) no es el responsable de las 7 vidas del gato, sino la sabia Naturaleza y la velocidad límite.
INFORMACIÓN: Historias de la Ciencia
Categorías: Alicante, NOTICIAS BREVES
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