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Aunque ya hemos hablado en Alicanteblog del Tossal de Manises, nunca me había imaginado lo que pudo sentir nuestro ciego universal Francisco Figueras Pacheco, el Padre Belda, Lafuente Vidal o, más cercano a nosotros, el arqueólogo Pablo Rossel cuando lo descubrieron o excavaron.
Hoy lo he podido comprobar.
¡Maravilloso!
Cuánta historia, qué gran cantidad de restos, sepulturas y murallas, que lugar tan privilegiado...
Sin embargo, también he sentido ganas de llorar al descubrir dos terribles detalles de los que nunca me había percato. Y, en esto, todos tenemos una parte de culpa: el Tossal no sólo está rodeado de gigantescas moles de hormigón, gigantescos edificios de varias decenas de pisos de altura (lo que no nos deja admirar al completo las vistas que tuvieron los habitantes de aquella ciudad llamada Lucentum), sino que se ha comprobado por mediciones y sondeos del subsuelo que de la necrópolis ibérica del s. VI-II a.C., no queda resto alguno visitable ya que fue destruida con la construcción de la carretara y viviendas circundantes.
Menos mal que sus ricos materiales están muy bien expuestos en el MARQ.
Gracias al esfuerzo económico y humano de la Diputación de Alicante, visitar el Tossal se ha convertido en una experiencia deliciosa muy recomendada para todo el mundo: solteros, casados y familias con niños.
Por una simbólica entrada de 2 euros (niños gratis), tenemos a nuestra disposición una ciudad de 30.000 metros cuadrados lista para ser descubierta: nuestros guías, amables y comunicativos, no sólo nos contarán la historia completa de aquel lugar, sino que además estan abiertos a nuestras preguntas y comentarios sobre Lucentum.
Eso sí, siempre con el respeto de saber qué pisamos y qué podemos tocar.
¿Qué podemos encontrar allí?
Caramba...., tantas cosas que no sé por donde comenzar: calles completas romanas con sus avenidas, casas, murallas, torreones y tiendas (¡y pensábamos que edificar ciudades era cosa reciente!); baños termales con calderas muy bien conservados; puestos de vigia desde los cuales se podía contemplar el mar y TODAS nuestras montañas circundantes; templos de oración a sus dioses; mosaicos conservados casi en su totalidad; relojes de sol...
Pues sí. Todo esto y mucho más.
Aquí os dejo unas cuántas fotos para que podáis admirar lo impresionante que es (y tuvo ser) el poblado Lucentum y su necrópolis.
Como dato histórico curioso (del que yo no tenía ni la menor idea), me gustaría señalar la aparición de decenas de tumbas árabes con sus respectivos restos oséos enterrados hacia la Meca. Parece ser un descubrimiento reciente, ya que nos contaba el guía que allí nunca vivieron los árabes (no se han encontrado restos materiales ni objetos de ellos), pero sí tuvieron que hacerlo muy cerca del Tossal, ya que lo utilizaron como cementerio. Por desgracia, y como ya he dichos unas líneas arriba, piensan los arqueólogos que nunca encontraremos el asentamiento árabe original (de dimensiones mucho más grandes que el Tossal) porque debe estar enterrado bajo la mole de edificios y carreteras circundantes.
Pero será mejor conformarnos con lo que tenemos.
Que no es poco.
Hoy he podido comprobar que procedemos de civilizaciones muy dispares, entre las que se encuentran la íbera, la romana, la cartaginés y la árabe. Y eso nos otorga a los alicantinos un valor especial.
¿Sabemos apreciarlo?
Creo que no.
De las cien personas que estábamos allí, sólo 10 éramos de Alicante. El resto, de Leon, Oviedo y otros lugares de España.
Me da un poco de pena.... Me gustaría que los habitantes de Alicante nos diéramos cuenta que tenemos mucho más que playas y discotecas. Nuestra historia es impresionante, y ya hemos perdido muchos conocimientos por nuestra dejadez.
Desde Alicanteblog os doy ánimos:
¡Venid!
¡Rápido!
No lo dudéis.
La visita es fantástica... y os va a gustar.
Os lo prometo.
Palabrita de Juanjo.
Acercaos al Tossal de Manises no por nuestros antepasados (que ya lo descubrieron y disfrutaron hace miles de años), sino por nosotros mismos.
No sabéis lo que os estáis perdiendo.
Gracias, don Francisco Figueras Pacheco.
Gracias, don Ignacio Maria Belda.
Gracias, don Jose Lafuente Vidal.
Nunca os olvidaremos, estéis dónde estéis.

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