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ARTURO:
Corrían los primeros años de la década de 1980, cuando un sábado brumoso dirigí mis pasos hacia un barranco recóndito, dentro del L´Vall de Alcalá (Alcalá de la Jovada). Por aquel entonces, solo había acceso desde Vall del Seta (Balones, Benimasot, Tollos) o desde la Baronía de Planes a través de Margarida. Iba en busca del unos massos abandonados hace cuarenta años y que había leído en algún sitio que eran un buen ejemplo de lo que había sido en el pasado una explotación agrícola autárquica (autosuficiente). Cuando llevaba unos tres kilómetros de caminata desde el pueblo (percibiendo el perfume del romero, tomillo y salvia), me salió al encuentro un pequeño pero denso carrascal. Casi de inmediato, nada más salir del bosquecillo y con el fondo de la Sierra de Alfaro, aparecieron los altivos (a pesar de su abandono)Massos de Capaimona.
Se componían de dos casas de campo y de una capilla pequeña o ermita. Entré en la finca por una gran puerta con su arco estilo romano. Casi todas las piedras de sillería han sido robadas. El tamaño de la puerta se debía a que animales (mulos, caballos), carros y personas entraban por el mismo lugar.
Una vez en el patio principal, vi a mi izquierda los establos y a la derecha el lugar donde se depositan los racimos de uva (aún quedaban pequeñas líneas en la argamasa, indicando cada trazo un cántaro sacado del depósito). Al fondo estaba el corral y en la parte más alta estaba el palomar. Aún resistía una vieja higuera y un aljibe que recogía el agua de lluvia. Admirando los arcos de la ruina se podían imaginar facilmente la belleza caduca de este edificio. Era una gran masía... en la que podían vivir fácilmente dos familias con hijos y abuelos. El tiempo ha pasado fugazmente y ya llevaba más de una hora en el lugar. Cuando ya pensaba en irme, observé unas formaciones rocosas planas con unos dibujos, como petroglifos, de formas redondas y con oquedades.
En ese momento, me sobresaltó un relámpago y al levantar la mirada descubrí junto a la puerta de la masia a un hombre mayor, de unos setenta años. Me dirijí hacia él (el camino de salida no me dejaba otra solución) y nos saludamos en mi mal valenciano (lo entiendo, pero no lo practico).
El agricultor me indicó que era de un pueblo cercano, que estaba jubilado y que de vez en cuando solía venir por aquí. Al decirme su nombre y apellidos, le indiqué que debia ser descendiente de los mallorquines que poblaron esta tierras, después de la expulsión de los moriscos. Se quedó sorprendido y enseguida me preguntó algunas cosas... hasta que cogimos un poco más de confianza. En ese momento, la lluvia arreció y nos resguardamos dentro de una sala de la casa, cigarrillos en mano y haciendo honor a la bota de vino. En ese momento, me preguntó si conocía la historia de estos massos y, al darle mi respuesta negativa, me la contó: "Yo conocí a la última familia que vivió aquí; el padre se llamaba Tío Sebastián y dominaba a su familia como un verdadero dictador. Su palabra era ley y sus hijos le tenían un miedo atroz. Falleció su mujer, dicen de la mala vida que la daba, y el hijo mayor abandono la hacienda, quedándose solo con su hija. A ella no la dejaba salir de la masía, ni que tuviera tratos con nadie. Esta tiranía se hizo finalmente insoportable para la hija que un día se colgó de una viga. Aún queda gente mayor en los pueblos de la contornada que se acuerda de este suicidio". Se quedo callado de una forma extraña, como si aún no hubiera concluído su relato. Yo sólo acerté a decir "¡qué triste historia!"
A todo esto había parado de llover, nos levantamos, salimos al campo, nos despedimos y antes de iniciar su camino giró varias veces la cabeza a derecha e izquierda, como asegurándose de que estábamos solos y me dijo bajando la voz: La història no és trista, és pitjor: ¡Se li va a penjar un fill, pero va perdre dos¡ Apenas había salido de mi asombro, cuando mi buen amigo ya desaparecía por el barranco, dejándome solo ante la viga de la entrada. Era leyenda..., era historia real..., verdad o mito..., que más da.
En un lugar como aquel, todo es posible. Comenzar a andar y comenzar a llover, fue todo uno.
Me alejé de allí mientras cantaba una canción de Credence Clearwater Revival: “Have you ever seen the rain” Quiero saber si alguna vez has visto la lluvia, cayendo en un día soleado………. Fui dejando atrás Los Massos de Capaimona. PD: Amigos blogsmaster,¿me podéis poner en el relato la música que hago mención?
JUANJO: Tus palabras son órdenes para nosotros, maestro. Aquí te dejamos el video musical de los Credence... aunque en canciones como ésta, sobran las imágenes. ¿Quién no la conoce?

5 Comments:

  1. Anónimo said...
    Fabuloso relato Arturo. LLegué a pensar que en cualquier momento al girarte para despedirte del misterioso hombre, no lo vieses alejarse por el barranco y te cuestionases si lo acontecido hubiera sido ficción o realidad.
    Me recuerdan a los relatos que leía de niña y que por casualidad se llamabas "Los relatos de Tio Arthur".
    Y No es broma.
    Anónimo said...
    ¿Y quién te dice que no fue así?
    Los relatos, leyendas, historias son como tu las sientes.
    ¿Habra algo más aburrido que repetir como una grabación sin alma la misma historia de generación en generación?
    En este relato hay tres cosas: Experiencia propia (he estado allí),historia real que oí hace muchos años y recreación literaria y sentimental.
    Lo que si te digo que si algún llegas a Capaimona, al volver te traeras un relato hermoso. El relato de la Tia Vero.
    Anónimo said...
    Iré.... si el muermo de quien tu ya sabes se anima.
    Aunque opino que sí
    Víctor Nadal said...
    Hola, solo quiero comentarle que soy de Tollos, el pueblo de done eran las famílias que habitaron el mas, i que mi tia abuela, és hermana de la suicida. Esa historia es un poco tabú para ella, pero le preguntaré, para contrastar con su relato.
    Unknown said...
    Víctor: què fué del hijo mayor que abandonó la masía?

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