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EL FINAL DE UNA LEYENDA

Al fin y al cabo, todo era leyenda.
Los fantasmas, "las damas blancas", los supuestos crematorios para los fallecidos, los maltratos, los abusos a menores...
Quizá sea mejor dejar todo como eso: como leyendas.
Y las leyendas, como los cuentos de hadas, tienen un principio y un final.
El principio de la leyenda terrorífica sobre el Preventorio radicaba en el siniestro árbol que nos esperaba al tomar la curva: grande, terrorífico, oscuro... como si de una película de terror se tratara. Siempre fue el culpable de que niños y jóvenes nos tomáramos en serio los cuentos de fantasmas, aparecidos y monstruos.
El final de la leyenda sobre el Preventorio tenía que pasar, por consiguiente, por la muerte de dicho árbol. A la postre, un imenso olivo tan grande como el que más. Sin lugar a dudas, el más grande que yo había visto nunca.
El domingo fui testigo de dicho ocaso: el olivo yacía en el suelo, abierto en dos en canal y con sus ramas (antaño brazos y garras espectrales) esparcidas por el suelo.
Triste final... muy triste.
Toda muerte de un árbol es cruel y salvaje.
En este caso, además, con su muerte morían los miedos e inquietues de varias generaciones.
Aunque, ahora que lo pienso... ¿seguro que era el final?
En la segunda foto vemos que de sus brazos partidos por la mitad, empezaban a brotar flores y ramas verdes... un ligero aviso de que la primavera ha llegado a nuestras tierras.
¿Seguirá vivo?
¿Nacerá de nuevo de sus cenizas cual Ave Fenix?
Espero que sí.
Como las buenas leyendas, la vida de esta árbol tiene un final inseguro... y esperanzador.
Como esperanzador deseamos que sea el futuro del edificio que lo precede.
Estaremos junto a él para averiguarlo.

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