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Hace unos días, hablamos del Assut de San Juan por dos motivos: en un primer artículo sobre su construcción e historia, y en otro artículo (de Jesús) de su visita para hacer una comparativa de fotos.
Hoy he tenido la excusa perfecta para visitarlo.
Tras una invitación de mi cuñado para comer en su casa (situada en Muchamiel), he decidio cogerle del cuello y, ni corto ni perezoso, me lo he llevado a visitar el Assut.
Como es normal en mí, en un primer intento me he equivocado de camino: no sé cómo, pero he aparecido en medio de la huerta de Muchamiel, entre senderos rústicos y campos de labranza.
Por suerte, con mi pericia para la orientación y mi pasado de conductor de rallye (ironía), no he tardado mucho en salir de dicho atolladero y encontrar la carretera principal.
Bueno... como Jesús me va a delatar tarde o temprano, bien es cierto que he tenido que llamarle al movil para recibir sabios consejos suyos sobre la ubicación de mi destino.
Al llegar al Assut, no tenía muchas esperanzas de encontrarme con agua. Es cierto que ha sido un mes lluvioso y húmedo, pero Alicante no tiene punto medio: o nos morimos de sequía... o nos morimos ahogados.
¡Pero me he llevado una gran sorpresa!
Al igual que le ocurrió a Jesús, el agua caía por sus paredes en forma de cascada, inundando las cercanías a la presa y originando un hermoso cauce de agua verde con destino a la desembocadura de El Campello.
Tras unos: ¡bajamos, papá! por parte de mi hijo, hemos tomado un desvió a la derecha y hemos bajado al cauce del río Seco.
Y nos lo hemos pasado en grande: mucha vegetación, juncos, un amplio riachuelo en el que las aguas circulaban con bastante fuerza y que hemos tenido que cruzar como antaño, colocando grandes cantos rodados en medio y saltando de piedra en piedra.
Por un rato, mi hijo, su padre, su madre y sus tíos hemos vuelto a la infancia: una infancia en el que las cosas más sencillas y naturales eran la excusa perfecta para divertirse.
Por supuesto, que nadie espere el Salto del Ángel ni las Cataratas del Niágara en plena huerta alicantina.
Pero el mero hecho de estar en el cauce de un rio casi extinguido, viendo como el agua baja de las montañas en forma de cascada, es una delicia.
Hoy he vuelto a comprobar en mis propias carnes porqué lo llaman Río Verde: el agua cae blanca y luminosa por las paredes de piedra, pero al llegar al suelo se funden en un color verde oscuro
¿Hasta cuando seguirá ese espectáculo?
Huuuum, no creo que dure mucho.
El calor aprieta por días y temo que las lluvias dejarán nuestra tierra hasta final del verano.
Pero hoy por hoy... ahí tenemos los restos del Río Monnegre.
¡Que me quiten lo bailaó!
PD: Por cierto, como ya os habréis imaginado, un servidor metió la pata hasta el fondo... nunca mejor dicho. Por suerte, mis botas de montaña evitaron que el agua mojara en exceso mis calcetines.
PPD: Qué bonita es la huerta... o lo que queda de ella. Naranjos, limoneros, olivos... La primavera de este año se presenta luminosa, florida y con los árboles repletos de frutas.

1 Comment:

  1. Jesús said...
    bonitas fotos, me alegro primero que llegarais, jeje... (ya sabes preguntando se va a Roma, y aqui estoy para lo que necesites) y segundo por que lo pillaseis con aguita fresca... diez dias ya... y el pantano de tibi estuvo rebosando por el aliviadero natural... lastima no haber subido la semana pasada...

    p.d voy a dejarme el carajillo con ron porque empiezo a ver doble, sobretodo la panoramica... ups borratxo yo tururu...

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