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EL CARNAVAL EN ALICANTE

Como preludio a las rígidas normas de la Semana Santa, con la Cuaresma de por medio, el Carnaval es la licencia para romper el orden social en una fiesta caracterizada por el exceso, pero sin llegar al caos.
La ciudad entera se disfraza con la complicidad de todos, en la que cada uno se convierte en aquello que siempre quiso ser y nunca se atrevieron a manifestar. En esta mascarada, que resurgió por generación espontánea, participan incluso los lugares y espacios más representativos de la ciudad, ya que cada año varios de ellos es elegido para asistir a la fiesta como convidado de piedra .
Junto a esa manifestación, grupos de gente se disfrazan con un motivo elegido, con el fin de participar en un ir y venir donde la alegría , por encima de la originalidad, es el motivo común para todos los carnavaleros. Así ,año a año, la numerosa familia carnavalera ha ido multiplicándose espontáneamente hasta convertir esos presurosos días de frío invierno en una cita ineludible de desenfreno, risa y esperpento, transformación y color. Comienza el intenso festival con el ritual de la representación de los Autos de Don Carnal y doña Cuaresma, y converge en el ya tradicional Sábado Ramblero que transforma una de las principales arterias de la ciudad, y aledaños, en punto de reunión obligatorio del disfraz, la crítica y la chanza, lugar de transmutación en personajes arquetípicos del momento o en otros provinientes de las más personales ensoñaciones, dando cuenta de nuestra dispar realidad y naturaleza. La afluencia de gente es tal que casi resulta imposible entrar o salir del Barrio o la Rambla o viceversa. Aquí la música adquiere el protagonismo de ser no sólo el sonido que nos acompaña, sino que forma parte esencial de la danza de ilusiones y antifaces. Y así, con la breve intensidad de lo auténtico, la máscara y el maquillaje, el color y la deformidad, se sepultan hasta el año siguiente en el transcendental Velatorio y entierro de la Sardina, convenientemente acompañada en su cremación por el llanto de figuradas plañideras. En este acto final, todo el mundo se viste de negro, llora y porta velas en señal de luto por la pena al decir adiós a unos días sin el encorsetamiento de los prejuicios y las normas. Para calmar esa pena, se reparten rosquillas entre los asistentes al sentido Velatorio.
También los niños tienen su Carnaval y para ellos se reserva el Domingo de Piñata, una jornada de juegos con grupos de animación, donde la figura central son las piñatas, bolsas con regalos que han de ser obtenidas mediante divertidas pruebas.

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