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Aprovechando que estábamos en la Playa del Carabassí buscando nuestro segundo Geocaching, hemos subido al cabo para hacer una visita a nuestro querido Faro de Santa Pola. Ninguno de nosotros nos acordábamos de las impresionantes vistas que se tiene desde lo alto. ¡Cómo pasa el tiempo y qué pronto se olvida lo bueno! Allí arriba sientes algo especial; no sé que... pero algo muy diferente a lo que sientes diariamente. Tienes la impresión de ser testigo de la fuerza de la Naturaleza; de ser partícipe en primera persona del mundo que te rodea. Aunque, al mismo tiempo, te embarga la sensación de ser una persona insignificante, nimia y frágil. El contacto con el precipicio que se abre a tus pies te frena en un primer momento... ¡De valientes esta el cementerio lleno! Pero, poco a poco, sacas valor de tu interior y te acercas al infinito para respirar aire mágico y observar las maravillas de nuestra costa. ¡Qué listos fueron los romanos que levantaron esta Torre Vigía para controlar el mar! Qué bien conocían nuestra tierra para saber que, desde aquí, se divisaba todo el horizonte: desde San Juan hasta la Manga del Mar Menor. La Isla de Tabarca parecía estar a un tiro de piedra... ¡increible! Desde nuestra posición y sin necesitar prismáticos, se podían ver las casas de la isla, los barcos visitando la zona, el humo de alguna chimenea... Es una lástima que a los propios alicantinos nos cueste tanto acercarnos por allí un domingo cualquiera del año. De las 25 personas que andábamos pululando por la zona Este del cabo, la mitad eran extranjeros. ¡Ellos si que saben disfrutar de nuestra tierra!

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